Las rebajas ya están aquí y con ellas el siguiente diálogo (con ligeras variaciones) se va a repetir millones de veces en las cajas registradoras de los comercios, restaurantes y pequeños negocios de España:
- ¿Le interesa nuestra tarjeta de cliente? Tiene un 10% de descuento y es totalmente gratuita.
- No, gracias.
Toma. Un cliente acaba de comprar algo, le regalan una tarjetita con un descuento y aún así, no la quiere. ¿Acaso está mal de la cabeza? En absoluto. Puede haber varias razones. Oigamos al hipotético cliente:
- "No veo valor en tu 10% de descuento cuando ni siquiera sé si en algún momento vas a tener algo que ofrecerme que sea mejor que lo que pueda encontrar en otro negocio."
- "No me apetece nada darte carta blanca para que me bombardees con publicidad con la única opción de defensa de enviar una carta mediante correo postal (sic) de acuerdo con las leyes de protección de datos."
- "Tengo la cartera a rebosar de tarjetas que no sé si uso y ni siquiera recuerdo para qué negocios son. Aunque tuviese la tuya, seguramente no lo recordaría."
- "Aunque hoy haya caído, no creo que vuelva a tu negocio."
- "No tengo tiempo para rellenar formularios. Estoy deseando pagar e irme."
"¿Acaso no tienes un ordernador? ¿Para qué quieres darme una tarjeta si tu registradora recuerda perfectamente cuándo he estado aquí, qué he comprado y cuánto me he gastado con mi tarjeta de crédito? Si realmente quisieras ofrecerme algo, ya lo habrías hecho."
La fidelización consiste, básicamente, en ofrecer estímulos al cliente para que vuelva a nuestro negocio. En los tiempos que corren, la tarjeta no está a la altura. Es un resto del pasado en el que las cosas se hacían de una manera que ahora está obsoleta. El cliente está cada vez más acostumbrado a una experiencia individual, está cada vez más conectado y conoce perfectamente las posibilidades que la tecnología ofrece.
Estamos en pleno siglo XXI, la edad de la información en la que navegamos un caudal exponencialmente creciente de datos, con ordenadores potentísimos en nuestros teléfonos móviles, GPS, tarjetas de crédito, redes sociales con cientos de datos sobre nuestros gustos? Estamos acostumbrados a transacciones instantáneas y a emplear cada vez menos tiempo en cualquier tarea, ¿y lo mejor que se nos ocurre ofrecer a un cliente para fidelizarlo es un trozo de cartón con su nombre, para acceder al cual tiene que rellenar un formulario?
Es el momento de innovar
- Dejando a un lado la tecnología. Ofrece el 10% de descuento inmediatamente, sobre la compra recién realizada. El recuerdo de ese descuento inesperado será mucho más decisivo que la tarjeta.
- Cuando un cliente se acerque a pagar, observa sus últimas visitas a tu negocio en el historial de su tarjeta de pago y ofrécele algo concreto como premio a las visitas anteriores, no una promesa basada en visitas posteriores.
- Sigue no sólo la frecuencia de las visitas de cada cliente, sino sus preferencias, de tal forma que le puedas ofrecer algo que realmente pueda apreciar: un chupito de su licor favorito, un descuento sobre un par de zapatos de su marca preferida o sobre un DVD de su banda favorita, una película de su género preferido para disfrutar de su televisor de alta definición?
- Ofréceles seguir tu negocio en las redes sociales. Añádelo al recibo, a la bolsa, al envoltorio, a la tarjeta de visita?.
- usa la geolocalización para enviar alertas al teléfono de los clientes más fieles cuando se encuentren cerca de tu negocio.
- Ofrece al cliente la posibilidad de suscribirse a tu newsletter
- Pregunta a tu cliente qué artículo o servicio encuentra más interesante y ofrécete a llamar por teléfono cuando se produzca una novedad relevante
via: puromarketing
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